El concepto de vida en la ética contemporánea
- Moreno Lax, Alejandro
- Antonio Campillo Meseguer Director/a
- Eugenio Moya Cantero Director/a
Universidad de defensa: Universidad de Murcia
Fecha de defensa: 28 de febrero de 2012
- Enrique Dussel Presidente/a
- Diego José García Capilla Secretario
- María José Guerra Palmero Vocal
- Jorge Riechmann Fernández Vocal
- Bernard Andrieu Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
El objetivo de la tesis está en elaborar una nueva comprensión de la ética a la luz de las categorías proporcionadas por las que he denominado "éticas de la vida": la ética de la especie de Jürgen Habermas, la ética de la liberación de Enrique Dussel y la ética de la responsabilidad de Hans Jonas. La novedad de estas éticas está en que todas ellas se presentan a sí mismas como condición de posibilidad de toda ética posible dentro de un contexto filosóficamente postmoderno e históricamente globalizado. Por un lado, emprenden una tarea de fundamentación normativa apelando a determinados condicionamientos vitales que están siempre presupuestos en la acción humana y que, al estar amenazados, la ética hace explícitos normativamente: la herencia genética de nuestra especie homo sapiens (Habermas), la autoorganización del sistema nervioso y la existencia de una comunidad viviente de seres humanos (Enrique Dussel) y, por último, el sentimiento de responsabilidad y la biosfera terrestre (Hans Jonas). El análisis comparado de estas tres éticas nos lleva a replantear la cuestión de la "falacia naturalista" atribuida a David Hume, en referencia a la dicotomía entre los hechos y los valores, el "ser" y el "deber ser". Esta distinción, lejos de pertenecer a Hume, es propia de la filosofía analítica anglosajona, que niega la imposibilidad de deducir juicios morales a partir de hechos empíricos. Al contrario, en nuestra exposición demostramos que las "éticas de la vida" explicitan ético-normativamente ciertos presupuestos práctico-materiales que están siempre implícitos en toda acción humana en sus tres ámbitos posibles: las relaciones que mantenemos con nosotros mismos, las relaciones que mantenemos en la sociedad y las relaciones que mantenemos con el medio ambiente. Por tanto, no es una cuestión de la lógica sino de la ética. Desde finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, principalmente en ciertos países de Europa Occidental, la vida comienza a convertirse en un objeto de gestión política (tal y como señala Michel Foucault con el término biopolítica), de conocimiento científico (con la aparición de la biología) y de reflexión filosófica (especialmente con el vitalismo de Nietzsche). La ética comienza a problematizar la vida desde 1945 hasta nuestros días, período en el que se está gestando un nuevo paradigma o "giro" vital de la ética. Las consecuencias ambivalentes de más vida y más muerte surgidas en la sociedad global en el ámbito económico, político y tecnocientífico ha dado lugar a una nueva reflexión sobre los límites de la acción humana y sus fundamentos vivientes, dando origen a una serie de nuevos saberes y nuevas prácticas, las "éticas aplicadas", que preceden y contextualizan la aparición de las éticas de la vida: la bioética médica, la ética del desarrollo y la ética medioambiental. Por tanto, las éticas de la vida nos obligan a trascender el esquema antropocéntrico de la ética tradicional, anclado en la idea de un sujeto racional y soberano en relación con el "otro" presente aquí y ahora, invitándonos a pensar, por un lado, que en esas relaciones "contractuales" entre iguales está presupuesta nuestra condición (ahora franqueable) de especie homo sapiens que hasta hoy nos ha definido como humanidad, pero que también están condicionadas por relaciones diferenciales de dominación y exclusión entre hombres y mujeres, entre enriquecidos y empobrecidos, entre unos países y otros, etc. Pero, además, la ética de la vida considera las relaciones asimétricas y "subsidiarias" que se producen entre nuestra especie humana y el resto de especies vivientes, de las cuales depende, entre las generaciones presentes y las generaciones futuras y entre las especies vivientes y las condiciones (climáticas, atmosféricas, etc.) que las hacen posibles. Por tanto, y parafraseando a Kant, el postulado de la "vida perpetua" se nos presenta hoy como el horizonte último de la acción humana.